lunes, 18 de septiembre de 2017

LOS RETOS DE LA SOCIEDAD Y LA 4TA REVOLUCION

- LOS RETOS DE LA SOCIEDAD ACTUAL - 


Hoy en día nos encontramos con grandes retos en nuestra sociedad y aquí hablaremos un poco de eso...
Nuestra sociedad está conformada por grandes y grandes masas de personas pero.. ¿quién hace algo en verdad para cambiarlo?

La mayoría de las personas le echa la culpa al gobierno diciendo que ellos no hacen nada, que para qué les estamos pagando impuestos, que ellos son los responsables de que nuestra sociedad se encuentre, así como esta, etc.

¿pero.... nosotros que hacemos para cambiar algo en nuestra sociedad?

Uno de los grandes retos que nosotros enfrentamos en este momento es el calentamiento global y todos somos responsables de este gran problema que no solo es de una pequeña sociedad sino que es algo mundial, le hemos hecho tanto daño a nuestro planeta que ahora está fuera de control por culpa de nosotros (no solo del gobierno, fabricas, etc.) y nunca podríamos controlar la naturaleza que nos rodea pero si podríamos respetarla ya que esto solo es uno más de los avisos que nos ha dado, si queremos cambiar la sociedad debemos empezar por nosotros mismos educándonos y aportando nuestro granito de arena aunque sean pequeñas acciones las que hagamos, a largo plazo darán frutos ya sea separando la basura, ahorrando agua, luz, no tirar basura en las calles, usar menos el automóvil, etc; pero que no solo se quede en palabras o en nuestra mente, sino que en verdad lo hagamos día a día.

El calentamiento global no es el único reto que enfrentamos hoy en día, sino que también existen problemas como la pobreza, falta de educación, consumismo, obesidad, sobre población, desempleo, etc.
Ojalá todos fuéramos conscientes de lo que está pasando a nuestro alrededor y empezar por nosotros mismos a cambiar nuestra sociedad y hacer ver lo que está mal y lo que está bien diciéndolo y no quedarnos callados frente a lo que vemos, porque si es posible cambiar al mundo aportando ese pequeño granito de arena.
Vivir en sociedad presume grandes retos. Desde los albores de la humanidad uno de los temas centrales consiste precisamente en cómo organizarse, para tener un relaciones entre humanos lo más equivalente y llevadera posible. Desde el punto de vista del estado de naturaleza todos nacemos en igualdad de condiciones. Es a través de la convivencia social, del contacto con los demás como se establecen las relaciones sociales, económicas, políticas, sentimentales y valorativas entre los individuos.

En ese caminar como sociedad los seres humanos entrelazan relaciones que permiten sobrevivir a los cambios de la naturaleza y a los de la propia sociedad. Fue el descubrimiento de la agricultura la que permitió, como humanidad, cambiar de nómadas a sedentarios, además de conocer los designios de la naturaleza y con ello poder dominarla. A través de ese mecanismo se comprendió que la tierra daba fruto y que cultivándola proveería alimento para subsistir.

Aunado a ello, el crecimiento de las sociedades llevó a establecer reglas de convivencia entre los humanos. Ninguna sociedad es igual, a pesar de que sean conformadas por seres aparentemente iguales. En ello influyen desde los modos de ser de los individuos, la ambición –intrínseca al ser humano- y hasta el clima. Por ello fue necesario establecer leyes que no importando la condición social o humana fueran respetadas por todos. Derivado de ello se vio la necesidad de poner un “guardián” de los asuntos públicos
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Pero, ¿qué es eso que llamamos “asuntos públicos”? Son todo lo relacionado a lo que la misma naturaleza ofrece sin que el ser humano tenga injerencia (como el petróleo, por ejemplo), o la propia convivencia social.

La búsqueda de la igualdad –o el límite de la ambición- es uno de los factores que ese “guardián” debe tener como prioridad. Para ello se creó ese ente que llamamos Estado, quien está al cuidado de la aplicación de las leyes que permiten una sociedad con orden. En efecto, es el Estado quien vela por los asuntos que “son de nadie” o son públicos.
Es mediante la aplicación de la ley que se compromete tanto a gobernantes como a gobernados a respetar lo que determinada sociedad considera “buen común”; por ello se representa a la justicia con una venda en los ojos y con una balanza en la mano, como una representación de que la justicia es ciega y sólo tiene para juzgar lo que los inculpados presenten como pruebas para así inclinar la balanza.

Los acontecimientos recientes en México reflejan que han fallado los mecanismos de convivencia social. Somos testigos de cómo la aplicación de la ley dista mucho de lo señalado anteriormente. La justicia se vende al mejor postor. El sentido de solidaridad, el cual acompañó al ser humano desde sus orígenes mismos, en nuestra sociedad se ha perdido; pareciera que el “sálvese quien pueda” es el denominador en nuestra vida común.

El tejido social en nuestro país se ha roto, y no se ven indicios de reestablecerse. Las formas de convivencia social están deteruiorados. Mientras el discurso oficial señala que México avanza a la prosperidad y el progreso, la realidad camina en sentido contrario: el saqueo, el vandalismo, la violencia, por decir lo menos, lejos de disminuir, aumentan. Las políticas públicas para contrarrestar dichos fenómenos no han dado resultado. El Estado ha sido rebasado por la realidad. Gobiernos van, gobiernos vienen, y la criminalidad, la falta de oportunidades en áreas como la educación, el empleo, en síntesis, de movilidad social están cada vez más lejos.

La confianza de la sociedad a las instituciones está casi extinguida. Basta ver las encuestas de opinión en torno a las campañas de los partidos, de candidatos y funcionarios. Muy pocos –por no decir nadie- confía que con el cambio de gobernantes en los próximos años mejoren las cosas. Lejos de ello, el deterioro de la vida política cobra fuerza.

El sello distintivo de las actuales campañas electorales no es la propuesta política para una mejor convivencia social, sino el incremento de la violencia. Con todo ello pareciera que no hemos avanzado. Vivir en sociedad presume grandes retos. Desde los albores de la humanidad uno de los temas centrales consiste, precisamente, en cómo organizarse para tener un relaciones entre humanos lo más equivalente y llevadera posible. Desde el punto de vista del estado de naturaleza todos nacemos en igualdad de condiciones. Es a través de la convivencia social, del contacto con los demás como se establecen las relaciones sociales, económicas, políticas, sentimentales y valorativas entre los individuos.

En ese caminar como sociedad los seres humanos entrelazan relaciones que permiten sobrevivir a los cambios de la naturaleza y a los de la propia sociedad. Fue el descubrimiento de la agricultura la que permitió, como humanidad, cambiar de nómadas a sedentarios, además de conocer los designios de la naturaleza y con ello poder dominarla. A través de ese mecanismo se comprendió que la tierra daba fruto y que cultivándola proveería alimento para subsistir.

Aunado a ello, el crecimiento de las sociedades llevó a establecer reglas de convivencia entre los humanos. Ninguna sociedad es igual, a pesar de que sean conformadas por seres aparentemente iguales. En ello influyen desde los modos de ser de los individuos, la ambición –intrínseca al ser humano- y hasta el clima. Por ello fue necesario establecer leyes que no importando la condición social o humana fueran respetadas por todos. Derivado de ello se vio la necesidad de poner un “guardián” de los asuntos públicos.
¿Pero qué es eso que llamamos “asuntos públicos”? Son todo lo relacionado a lo que la misma naturaleza ofrece sin que el ser humano tenga injerencia (como el petróleo, por ejemplo), o la propia convivencia social.

La búsqueda de la igualdad –o el límite de la ambición- es uno de los factores que ese “guardián” debe tener como prioridad. Para ello se creó ese ente que llamamos Estado, quien está al cuidado de la aplicación de las leyes que permiten una sociedad con orden. En efecto, es el Estado quien vela por los asuntos que “son de nadie” o son públicos.

Es mediante la aplicación de la ley que se compromete tanto a gobernantes como a gobernados a respetar lo que determinada sociedad considera “buen común”; por ello se representa a la justicia con una venda en los ojos y con una balanza en la mano, como una representación de que la justicia es ciega y sólo tiene para juzgar lo que los inculpados presenten como pruebas para así inclinar la balanza.

Los acontecimientos recientes en México reflejan que han fallado los mecanismos de convivencia social. Somos testigos de cómo la aplicación de la ley dista mucho de lo señalado anteriormente. La justicia se vende al mejor postor. El sentido de solidaridad, el cual acompañó al ser humano desde sus orígenes mismos, en nuestra sociedad se ha perdido; pareciera que el “sálvese quien pueda” es el denominador en nuestra vida común.

El tejido social en nuestro país se ha roto, y no se ven indicios de reestablecerse, las formas de convivencia social están deteruiorados. Mientras el discurso oficial señala que México avanza a la prosperidad y el progreso, la realidad camina en sentido contrario: el saqueo, el vandalismo, la violencia, por decir lo menos, lejos de disminuir, aumentan. Las políticas públicas para contrarrestar dichos fenómenos no han dado resultado. El Estado ha sido rebasado por la realidad. Gobiernos van, gobiernos vienen, y la criminalidad, la falta de oportunidades en áreas como la educación, el empleo, en síntesis, de movilidad social están cada vez más lejos.

La confianza de la sociedad a las instituciones está casi extinguida. Basta ver las encuestas de opinión en torno a las campañas de los partidos, de candidatos y funcionarios. Muy pocos –por no decir nadie- confía que con el cambio de gobernantes en los próximos años mejoren las cosas. Lejos de ello, el deterioro de la vida política cobra fuerza.

El sello distintivo de las actuales campañas electorales no es la propuesta política para una mejor convivencia social, sino el incremento de la violencia. Con todo ello pareciera que no hemos avanzado. 

http://www.somoselmedio.org/blog/tozoonpolitikon/los-retos-de-vivir-en-sociedad


- CUARTA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL – 
A finales del siglo XVII fue la máquina de vapor. Esta vez, serán los robots integrados en sistemas ciberfísicos (combinan maquinaria física y tangible con procesos digitales) los responsables de una transformación radical. Marcada por la convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas.
  "Estamos al borde de una revolución tecnológica que modificará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. En su escala, alcance y complejidad, la transformación será distinta a cualquier cosa que el género humano haya experimentado antes"
-Klaus Schwab  

 La cuarta revolución industrial, no se define por un conjunto de tecnologías emergentes en sí mismas, sino por la transición hacia nuevos sistemas que están construidos sobre la infraestructura de la revolución digital, en otras palabras, es que no se trata de desarrollos, sino del encuentro de esos desarrollos, lo que representa un cambio de paradigma, en lugar de un paso más en la tecnología.
  
También llamada 4.0, esta sigue a los otros tres procesos históricos transformadores: la primera marcó el paso de la producción manual a la mecanizada, la segunda, trajo la electricidad y permitió la manufactura en masa, en la tercera fue la llegada de la electrónica y la tecnología de la información y las telecomunicaciones

Ahora, la cuarta trae consigo una tendencia a la automatización total de la manufactura.
Su nombre proviene, de hecho, de un proyecto de estrategia de alta tecnología del gobierno de Alemania, sobre el que trabajan desde 2013 para llevar su producción a una total independencia de la mano de obra humana.

La automatización corre por cuenta de sistemas ciberfísicos, hechos posibles por el internet de la cosas y el cloud computing o nube. Los sistemas ciberfísicos, que combinan maquinaria física y tangible con procesos digitales, son capaces de tomar decisiones descentralizadas y de cooperar.


Lo que veremos, dicen los teóricos, es una "fábrica inteligente”. Tiene el potencial de elevar los niveles de ingreso globales y mejorar la calidad de vida de poblaciones enteras, Sin embargo, el proceso de transformación sólo beneficiará a quienes sean capaces de innovar y adaptarse. Aunque también la cuarta revolución podría acabar con cinco millones de puestos de trabajo en los 15 países más industrializados del mundo.
  
Tenemos muy claro que la competitividad de las empresas pasa por la globalización, la productividad y la innovación. Las nuevas herramientas, las nuevas tecnologías, los nuevos materiales, las nuevas metodologías, las nuevas fuentes de energía y todos los factores que englobamos bajo el nombre de Industria 4.0 son las palancas imprescindibles para lograrlo.
  
Dicen los críticos que la revolución tendrá que escribir una nueva relación entre los hombres y los robots. Pero detrás hay dilemas éticos y sociales por resolver. Otros, más pragmáticos, alertan que la cuarta revolución no hará sino aumentar la desigualdad en el reparto del ingreso y traerá consigo toda clase de dilemas de seguridad geopolítica.
  
La Industria 4.0 no es un simple cambio tecnológico, es un cambio de filosofía y de estructura económica que se hace difícil prever hasta qué punto cambiará las vidas de nuestros hijos y nuestros nietos. La creciente digitalización y coordinación colaborativa entre todas las unidades productivas de la economía es la meta final por alcanzar.

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